Hay cosas que me pasan muy a menudo: tengo en mi cabeza una trama a la que le doy vueltas porque sé que hay algo que falla aunque no termine de saber bien qué es, siento que conozco a mis personajes mejor que a algunas de las personas que veo todos los días, paso por un sitio que forma parte de mi historia y los veo ahí interactuando, escucho una canción y me acuerdo de un momento concreto, estoy haciendo cualquier otra cosa y se me ocurre una frase, un detalle que necesito apuntar para desarrollar más tarde... Llevo imaginando historias y plasmándolas sobre el papel casi toda mi vida (algunas épocas de forma más constante que otras), y con los años todo esto me ha ido sucediendo más y más a menudo. Para mí todas esas historias, ideas y personajes son parte de mí y darles forma es algo a lo que no quiero renunciar, algo que priorizaré a veces por encima de otras cosas porque para mí escribir no es una afición, no es algo pasajero, no es algo que hago de vez en cuando. Para mí escribir es una necesidad, una forma de vivir mi vida. Un vínculo que no sé si podré explicar alguna vez con palabras, a pesar de navegar entre ellas la mayor parte del día.