Relato 01
Yo no sabía holandés. Y él no sabía español. Su inglés, en cambio, era perfecto, mientras que el mío era inexistente. Era la primera vez que se alojaba en este hotel, pero se movía por él como si lo conociera a la perfección. Siempre me sonreía cuando nos encontrábamos por los pasillos y me cedía el paso si coincidíamos esperando al ascensor. Yo apenas le devolvía la sonrisa porque no quería que me acusaran de interactuar demasiado con los clientes. Algo que a él no parecía importarle, porque seguía sonriendo cada vez.
Se pasaba casi todo el día en uno de los salones de actos, en uno de esos congresos interminables de una multinacional. Salía mucho a fumar y a hablar por teléfono a la puerta del hotel y a mí me encantaba mirarle desde la ventana cuando limpiaba alguna de las habitaciones que daban a la fachada. Me recreaba en lo bien que le quedaba el traje, en sus gafas de sol de aviador y en cómo le caía el pelo casi rubio por la frente cuando se movía. Normalmente alguna de mis compañeras me llamaba la atención por estar distraída ("Niña, ¡céntrate! Hay que ver esta juventud...") y volvía a mi trabajo.
En el fondo soñaba que sucedería como en una película adolescente: él encontraría la manera de comunicarse conmigo para declararme su amor (si en "Love Actually" Jamie puede aprender portugués para comunicarse con Aurelia, ¿por qué no iba el holandés a aprender español por mí?), mandaría a tomar por saco mi trabajo limpiando la mierda de los demás y tendríamos hijos tan rubios como él.
Mantuve la esperanza hasta el último día del congreso. Incluso cambié el turno para poder trabajar ese día y coincidir con él. Pero como la vida no es una película de Hollywood para quinceañeras, lo único que pude ver desde la ventana fue cómo se marchaba junto con sus compañeros de trabajo en el autobús del hotel rumbo al aeropuerto. No hubo declaración de amor en su español recién aprendido, no hubo beso y por supuesto no habría niños rubios.
Sin embargo eso fue lo mejor que me pudo pasar. Ya que no había podido vivir esa historia de amor, decidí escribirla. Con todo lujo de detalles hasta llegar a la parte de la boda y los niños, del final feliz que hubiera querido para mí. No me hice una escritora superventas, no gano millones en derechos de autor y sigo trabajando en la limpieza del hotel, pero estoy encantada de haber vivido un desamor de película.
0 comentarios